viernes, 31 de agosto de 2012

GRANDES REMEDIOS.



Un día llegaron, cucurrucucú, las palomas y remodelaron las fachadas de los edificios con sus excrementos.

Alguien propuso que se importara una partida de gaviotas, ya que en otros lugares éstas habían sido eficaces en cacerías de columbiformes. Todos los miembros del consejo votaron a favor.

No tardaron mucho en comprender que no había sido una gran idea, pues gaviotas y palomas descubrieron lo bien que se lo pasaban juntas moteando el cielo de máculas aladas.

Decidieron entonces comprar cóndores amaestrados a unos expertos en cetrería; cóndores que rápidamente olvidaron su misión inicial y se dedicaron a atacar a los humanos en lugar de a las otras aves.

Finalmente, los sabios vaciaron las arcas públicas para pagar a los científicos que habían conseguido clonar pterodáctilos.

Hoy por hoy, quien no tiene alas en esta ciudad es hombre muerto.

                                                                                                      Vanessa Navarro Reverte

jueves, 30 de agosto de 2012

EL NEFASTO INFLUJO DEL MÉTODO DE STANISLAVSKI EN LAS RELACIONES DE PAREJA



( Microrrelato de Joaquín Piqueras)


Inspirándose en una película de Fernando León, Sergio Aroca pagó a una actriz para que hiciera de compañera sentimental. Trazó con todo detalle un guión que daba pie a las más imprevistas improvisaciones. Rosario Zaplana, que ya gozaba de cierta reputación en el ámbito teatral, cubrió con creces todas las expectativas de su desamorado cliente; fue una actuación tan magnífica que habría hecho palidecer al mismísimo Stanislavski. Tanto fue así que no sólo devolvió a Sergio lo mejor de sí mismo, amén de su fe en el amor y en el mundo, sino que hizo disfrutar a Rosa de una felicidad que, en verdad, poco tenía de espejismo. La actriz del método ya no se tenía que meter en su papel, porque su papel era su auténtica vida. Llegó el verdadero amor y al poco tiempo se casaron. Y disfrutaron de una vida conyugal plena de satisfacciones, hasta que pasados unos años se desinfló la pasión y se instalaron como molestos inquilinos el tedio y la rutina. Pero cuánta no sería la fe que los dos habían depositado en el método, que ambos por separado, y sin que el otro lo supiera, contrataron los servicios de dos afamados interpretes para que hicieran de amantes.

FAMILIA VIENDO LA TELEVISIÓN



Mañana tenemos una fiesta
50 niños muertos en un atentado
Sí, ahí tienes tu cena con Coca-Cola
Y mañana llegaré tarde, me duele la cabeza
Otro cabrón se escapa de la cárcel por falta de
Semen en el cuerpo de la menor
Quiero ser feliz, leeré el libro-de-auto-ayuda
No, lo siento, no sé dónde está vuestro dinero, ciudadanos
Pásame el mando, estoy harto del telediario
Este es el comienzo de una buena…
Está acabando la película, qué buena
Súbete a ese avión…
He oído un ruido, serán niños afuera
Compre este coche, o este otro
Pero compre ahora
No, ha sido muy fuerte, como aquí dentro
Lo mejor para su ropa blanca
Quietos, no os mováis, hostias
¡Quiénes son, qué hace en mi casa!
Y mañana el último capitulo de Policías,
Disparos, coches por el aire, muerte…
Que no os mováis, dónde está el dinero??
Bang, estás muerto
No, por favor, no nos hagan daño
Bang, Bang, Bang,
Están muertos, coge lo que puedas
Vámonos
Y después de la publicidad seguimos
Con la película de la sema…
 (Coge la tele también)
pEdRo PUjAnTe
extraído del blog ESPEJOS Y OTRAS ORILLAS

CUANDO ROBERTO BOLAÑO SE APODERÓ DE MÍ


He deambulado de madrugada por ciudades africanas. He vivido en una ciudad portuaria donde los encontronazos nocturnos con todo tipo de tipos eran rutina para mí. He dormido, poco, en una tienda de campaña con las hienas y los leones merodeando y emitiendo sonidos muy poco parecidos a una nana. Sin miedo; hasta hoy, el día en que Bolaño se apoderó de mí. 

Hoy el descampado por el que salgo a correr no me resultaba familiar. No me hacían gracias los zapateros que avanzaban copulando a mi paso, ni me agradaba especialmente la leve brisa veraniega. He escuchado el crujir de unas ruedas en la tierra, un coche acercándose por mi espalda, y al girarme, he visto un Peregrino negro. A lo lejos un hombre gordo, con delantal de matanza y un sombrero de cowboy
 se dirige hacia mí. Por mi izquierda otro hombre, con una de esas gorras rojas y blancas que más bien parecen la cúpula blanda de una iglesia, se acerca sin mirarme. He acelerado mi paso, y con ello mis pulsaciones, pero no puedo escapar.

Hoy me he visto yaciendo en el descampado de al lado de casa, en Santa Teresa, tirada entre los matorrales en una postura inhumana, abrasada por el sol, con el hueso hioides roto, calzando una sola zapatilla de deporte, con las uñas en carne viva por la lucha. Afortunadamente, he fallecido de un infarto antes de ser violada.

Hoy 2666 ha entrado en mi cabeza. Y he sentido miedo.




Estef Anía

SIN TÍTULO





No tuve mas remedio, tomé la iniciativa, me acerqué a ella y , aún siendo más alta que yo, la subí a pulso. Ella, no decía nada, solamente, de vez en cuando, parecía gemir. Después de un buen esfuerzo, quedó en lo alto. El sudor recorría mi espalda, el sol golpeaba mi cara. Hice un buen nudo y me bajé de la escalera....

Lo había conseguido. La correa de la persiana, al fin estaba colocada.

                                                                                                             Carlos Gargallo

EL SUBALTERNO


Hay días que es mejor no levantarse. Eso pensó Lucas mientras estaba en la cadena de montaje. Su tarea consistía en ensamblar dos piezas metálicas con una tuerca y una llave del 19. Debía asegurarse de que quedaban bien sujetas antes de seguir con las siguientes. Las piezas nunca se acababan, y antes de dar la última vuelta de tuerca ya estaban llegando otras por la cinta transportadora. Tenía que realizar su trabajo a toda prisa y no podía dejar pasar ninguna sin ensamblar.
Ese día en concreto estaba siendo un mal día, y lo estaba siendo porque Matías, el encargado, no paraba de tocarle los cojones.

- ¿Se puede saber qué coño te pasa esta mañana? Estás dormido Lucas. A ver si espabilas.

A Lucas no le pasaba nada. Trabajaba al ritmo de todos los días, es decir, a toda hostia. Pero Matías esa mañana se estaba desahogando a placer con él. Lucas guardaba silencio. Haciendo caso omiso de los comentarios despectivos de su encargado. Concentrándose única y exclusivamente en hacer su trabajo lo mejor posible.

- Me cago en Dios, Lucas. Esa pieza va floja. Repásala.

Lucas repasó la pieza.

- La pieza está bien.
- Ahora vas a saber más que yo… Venga joder, que no tenemos todo el día.

Claro que él sabía más. De hecho llevaba doce años haciendo el mismo trabajo y sabía que para que las piezas quedasen bien acopladas había que darle cinco vueltas a la tuerca. Ni una más ni una menos. Cinco vueltas, que son las que había dado. Pero si Matías decía que había que comprobar la pieza, se comprobaba y ya está. Lucas siguió con su trabajo. Tratando de recuperar el tiempo que le había hecho perder el encargado.

- Espabila Lucas.

Lucas se preguntaba por qué Matías la había tomado con él. Él era un buen trabajador. Nunca había faltado a su trabajo. Siempre puntual. No causaba problemas y se llevaba bien con todo el mundo. Con todos excepto con Matías. Y que conste que no era por su culpa. Él siempre fue cortés y educado con Matías. Nunca le faltó al respeto y siempre obedecía sus órdenes. No, Lucas no podía entender la antipatía que Matías sentía por él.

- Venga joder, que estás dormido.

Lucas sudaba a mares a causa del esfuerzo y la presión. Maldijo su suerte por dentro, tragándose el orgullo y la vergüenza de ser humillado delante de sus compañeros.

- ¿Qué pasa? ¿Te pasaste la noche follando con la parienta y ahora no rindes?

A Lucas le hubiera gustado decirle que eso no era asunto suyo. Prefirió callarse. Tenía miedo de dejarse llevar. Temía despertar a la bestia que durante tanto tiempo había encerrado en lo más profundo de su ser. Sí, era mejor callarse y aguantar. El tiempo pasaría y podría regresar a casa con su mujer. Por unas horas podría olvidarse del trabajo y del malnacido de su encargado.

- ¿Se puede saber en qué cojones estás pensando? Métele caña, joder. Que en vez de sangre parece que tienes horchata.

Aguanta Lucas, aguanta. Solo es un mal día, ya has tenido otros y los has superado. Aguanta. Solo unas horas más y regresarás a casa. Podrás servirte una copa y sentarte junto a tu mujer en el porche. Y ahí estaba Lucas, ensamblando la pieza de turno. Sudando como un condenado. Con calambres en espalda y brazos. Con el orgullo dolorido y haciendo todo lo que estaba en su mano para aguantar los envites de su jefe.

- ¿Seguro que esa pieza va bien?
- Seguro.
- Revísala.
- Te digo que va bien.
- Y yo te digo que la revises, cojones.

Lucas obedeció y revisó la pieza a sabiendas de que estaba bien.

- Está bien, como te he dicho.
- Date caña que se te pasa esa otra pieza.

Cada pieza que tenía que revisar le retrasaba con la siguiente. Lucas tuvo que esforzarse al máximo para volver a coger el ritmo. Su trabajo de por sí era un coñazo, pero con Matías encima llegaba a ser insoportable. Lucas rogó para que el tiempo pasase rápido. Además, con tanto sudar se estaba deshidratando. Necesitaba beber agua. Tenía la botella a sus pies, pero estando Matías cerca era mejor aguantar. Lucas estaba seguro que si hacía mención de beber agua, Matías se lo iba a reprochar. Prefería pasar sed que aguantar otra de sus broncas. Siguió con su trabajo a pesar de tener la lengua seca como un felpudo. Ni siquiera podía beber un trago de agua sin que se lo recriminasen.

- ¡Me cago en Dios! Lucas. Estate atento, no ves que esa no está bien.
- Esa pieza está bien, como lo estaban las otras.
- Que no me repliques, joder. Tú haces lo que yo te digo y basta.

Lucas dejó la llave a un lado y se agachó a por la botella de agua.

- Deja la puta botella y revisa la pieza.

Lucas se quedó mirándole, sopesando si debía partirle la cara o continuar tragando mierda.

- Te digo que dejes la botella y revises la pieza.

Lucas dejó la botella en el suelo, cogió la llave y revisó la pieza.

- La pieza está bien.
- Pues me alegro, pero métele caña que se te acumula el trabajo.
- Si no estuvieses tocándome los cojones seguro que no se me acumulaba.
- A mí me pagan para tocarte los cojones.

Las piezas se acumulaban y él no podía más. Le dolían los músculos de la espalda, tenía las manos entumecidas, la frente perlada de sudor y la boca seca.

- Vamos Lucas, vam…

Lucas no fue consciente de asestar el golpe. Solo escuchó un crujido. Un crujido sordo como el reventar de una nuez. Matías cayó al suelo con la cabeza abierta. Lucas dejó la llave manchada de sangre sobre la cinta transportadora y la observó mientras se alejaba. Luego cogió la botella de agua y bebió hasta saciar la sed.

® pepe pereza (Momentos extraños)

LA VIDA ES UN BOSTEZO

YO QUERÍA DECIRTE ALGO





Llegaste a mi vida como una luciérnaga en noche oscura, con cierta timidez revoloteaste a mi alrededor y no quise que te fueras. Anhelaba esa luz, deseaba tu compañía y con la magia del amor te hice hombre, esa figura añorada que visitaba mi alma en sueños cada día, aún a través de la distancia. Eras pura energía que viajaba a través de mares y cordilleras para aposentarte en mi inquieto corazón. Los ecos de tus versos quedaban en mí como en las caracolas el sonido de su amado mar. Ni la distancia ni el tiempo pudo ensombrecer el vendaval de luz que insuflabas en mi espíritu y como cuento de hadas o magia deslumbrante, llegó el hombre a mi vida: ojos tristes y dulces, intensa mirada en la que se adivinaba toda una vida de amor y martirio, dos luceros llenos de destellos que embriagaban; piel morena, suave, tersa como capullo de seda para envolverme en ella; manos cuidadas que escribían en mi piel dulces versos de amor. Eras tú amor, tú que llegabas a mi vida para llenar mis momentos, para conocer mis silencios y cuánto mi alma albergaba.

©Karyn Huberman. 2009

SIN TÍTULO




El hombre se quedó encerrado en una caja. No recuerda cómo ni cómo, ni dónde, ni porqué. Una vez, intentó escapar. Lo hizo tanteando el vacío, porque no había nada a su alrededor. Pero fue imposible. Era demasiado tarde y estaba completamente aislado. Cuando se siente solo, pega una oreja a la pared. Cuando habla, le responde un eco familiar. Hoy, se oye una música y el hombre se pregunta qué es lo que está pasando afuera. De repente, un periódico se cuela por debajo de la caja y el hombre lee los titulares. Se da cuenta de que algo está cambiando en el exterior y siente una extraña necesidad de salir para saber más, para conocer, para satisfacer su curiosidad. Pero su intento se queda sólo en eso, en un impulso, un intento, un amago. Asi que, al final, coge el periódico y se queda a leerlo sólo, dentro de su caja, dentro de su mundo.


Mapi Pamplona

LA LLAMADA



LA LLAMADA
Marco mi propio número de teléfono. Me contesta una voz que reconozco al instante: soy yo mismo. Me pregunta que quién soy, que por qué llamo a estas horas, que cómo diablos he conseguido su número. ¿Tu número? Respondo. Este es ‘mi’ número. Hay una breve pero acalorada discusión. Ninguno de los dos cedemos. Tras la insoportable atmósfera de tensión se hace el silencio. Un silencio frío y sólido que se extiende a través de la línea. Uno de los dos al fin cuelga. Y me descubro con el auricular en la mano sin comprender si era yo el que hacía la llamada o el que la recibía.